Autor: Artur Domingo I Barnils
“Las generaciones venideras
apenas creerán que un hombre así, de carne y hueso, anduvo sobre la tierra”
(Albert Einstein).
Gandhi se convirtió en un líder
moral para su país, pero también fue un líder político muy inteligente y
astuto. Su llegada a la India después de su estadía en Sudáfrica, revolucionó la vida política en el
subcontinente.
En 1930 organizó una de las
campañas de desobediencia civil más brillantes y de mayor impacto mundial en la
época: la marcha de la sal. Se trataba de desobedecer el monopolio sobre el
comercio de este producto básico, en manos del Gobierno británico en la India,
tomando él mismo y sus seguidores un puñado de sal del océano Índico y llamando
a la población a realizar la misma acción, tras recorrer más de tres cientos
quilómetros en veinticuatro días, desde su Ashram en Ahmedabad hasta la
localidad costera de Dandi, en el Gujarat.
Esta campaña, que comportó de nuevo
una gran represión por parte de las autoridades, dejó claro que la única salida
sería la independencia de la India, pero los británicos no cederían fácilmente.
Gandhi asistió un año después, en Londres, a la Segunda Conferencia de la mesa
Redonda y se llevó una gran decepción al observar la intención descarada de los
ingleses de dividir políticamente a los indios, basándose en las diferencias
entre las diferentes castas, religiones y los Principados, regidos por los
Maharajás. Gandhi dedicó gran parte de sus esfuerzos de esos años, hasta la
independencia, a luchar contra estas divisiones y las lacras que manchaban la
sociedad india, en especial la de la intocabilidad, la pobreza y los conflictos
intercomunitarios.
Pero la particularidad de Gandhi
como dirigente político es que él no disociaba la ética de cualquier actividad
social y humana, ya fuera la política o la economía. En octubre de 1921
escribía en Young India: “He de confesar que no hago una distinción taxativa,
ni de cualquier otro tipo, entre economía y ética”. Consecuentemente creía que
un político o líder social debía ser una persona honesta y coherente entre lo
que propugnaba y la forma como vivía, capaz de predicar con el ejemplo.
Se conoce de Gandhi su defensa de
la no violencia, pero como él mismo escribió: “la no violencia no es cobardía”
y no exime de oponerse a toda injusticia social o legal. Por esa razón fue un
defensor y practicante de la desobediencia civil, que había conocido a través
de Thoureau, Tolstói y algunos otros ejemplos, como el movimiento sufragista.
Hay que remarcar que su no violencia no era superficial y solamente referida al
uso de la fuerza física y las armas, sino que se refería también a una no
violencia más profunda, que nace y se forja en el seno del individuo y trata de
extenderse a todas las relaciones sociales. Pero también era un arma de lucha
política muy eficaz y transformadora, que él supo usar como nadie, para
infortunio de sus oponentes británicos.
Consecuente con su método, en el
año 1922 detuvo un potente movimiento de desobediencia civil por el uso de una
feroz violencia por parte de un grupo de manifestantes, en Chauri-Chaura, que
acabó con la muerte de varios policías. Esa decisión, incomprendida por otros
dirigentes, era una clara expresión de su coherencia pero también de su capacidad
de liderazgo.
Otro aspecto fundamental de su
legado es su contenido social. Aunque inicialmente postuló el autogobierno para
la India –el swaraj– dentro del Imperio Británico, posteriormente asumió
abiertamente la causa de la independencia, decepcionado por la actitud de los
diversos gobiernos ingleses y sus siempre incumplidas promesas de reformas.
Pero para él el autogobierno o la independencia sólo tenían sentido si eran
útiles para acabar con las enormes desigualdades e injusticias en el
subcontinente. Desde el inicio le preocupó la situación de los millones de
pobres de la India. En uno de sus primeros discursos, tras su retorno, en la
inauguración de la Universidad de Benarés (Varanasi), en febrero de 1916,
escandalizó a las autoridades presentes y a algunas destacadas personalidades
del movimiento nacionalista, al criticar abiertamente la ostentación y
exhibición de joyas y riqueza en medio de la miseria en la cual vivían millones
de indios. Algunos abandonaron la sala.
Esa preocupación y compromiso se
profundizaron cada vez más y se extendió a denunciar y combatir abiertamente la
intocabilidad, dentro del complejo sistema de castas, así como la situación de
las mujeres y otros sectores sociales oprimidos. En ese sentido, Gandhi más que
un nacionalista era un crítico social y un reformador que denunciaba y proponía
alternativas, por discutibles que fueran, para combatir las enormes diferencias
de riqueza, puesto que afirmaba que ésta debía estar al servicio del conjunto
de la sociedad. En más de una ocasión se autodefinió como un revolucionario
social.
Gandhi defendió también un
diálogo auténtico entre las diferentes culturas y religiones que poblaban el
subcontinente, rechazando cualquier sentimiento de superioridad por parte de
ninguna de ellas. Luchó hasta el final de su vida a favor de la convivencia
entre todas las comunidades: hindús, musulmanes, sijs, jainistas, cristianos,
judíos…Todas debían tener cabida en una India independiente, en un estado
democrático que respetara todas las creencias en pie de igualdad.
Queda todavía otro mensaje a
destacar: Gandhi no disociaba el cambio social de la transformación individual.
Es éste uno de los aspectos más difíciles de comprender para la mentalidad
occidental y sin embargo es, a mi entender, uno de los mensajes más profundos
de su legado. Él creía que no se podía cambiar la sociedad si paralelamente no
se trabajaba también para mejorar al individuo, pero esa mejora debía nacer de
la voluntad de la propia persona, no impuesta por el Estado. Y esa doble transformación,
social e individual, no puede realizarse separadamente, o primero una y después
la otra, sino de forma combinada, en la concepción gandhiana.
El 30 de enero de 1948 un
fanático hinduista, NaturamGodse, acabó con su vida a los 78 años, interrumpiendo
su incansable lucha, incluso después de la independencia, para construir una
India que pudiese vivir en paz y más justa socialmente.