jueves, 11 de septiembre de 2014

Miedos Infantiles

La imaginación de los niños se «desata» en la oscuridad. El hecho de no tener referencias visuales hace que los niños no se encuentren seguros y empiecen a imaginar la existencia de alguna presencia extraña e imaginaria como los fantasmas, los monstruos, etc. El miedo a la oscuridad suele iniciarse alrededor de los dos años - momento que coincide con el intenso desarrollo de la imaginación del niño-, continúa siendo frecuente en edades posteriores y empieza a disminuir hacia los nueve años. Los efectos más frecuentes del miedo a la oscuridad se manifiestan a través de pesadillas y terrores nocturnos que producen al niño situaciones de inseguridad.

En ocasiones, el miedo no solo no desaparece, sino que se convierte en fobia a la oscuridad. En estos casos mucho menos frecuentes, el miedo a la oscuridad produce respuestas fisiológicas (sudoración o palpitaciones) y cognitivas (oír golpes inquietantes, la respiración de un monstruo, etc).

Tener miedo a la oscuridad durante la niñez es una reacción normal del cuerpo, asustado ante una amenaza para nuestro bienestar físico o psicológico. Según Belén Pozo Muñoz, psicóloga del centro Vaca Orgaz, «el miedo a la oscuridad lo sufren dos de cada tres niños, siendo finalmente el 2% de los menores los que experimentan una fobia». Pero, ¿saben los padres actuar de la manera correcta ante esta situación? Si se da esta circunstancia, los padres deben ser «solidarios y pacientes» y acudir a un experto solo si ese miedo no permite al niño llevar una vida normal. El filósofo y escritor José Antonio Marina, explica en su libro «Los miedos y el aprendizaje de la valentía» que «irse a dormir es una especie de castigo, porque se suspenden las actividades que el niño prefiere; por ello, para la evolución normal del miedo, conviene establecer rutinas para acostarse». Esto significa que los padres «no deben terminar cediendo a las pretensiones del niño -dormir con ellos, estar mucho tiempo antes de dormirse contando cuentos, etc.- con tal de poder descansar».

Para Belén Pozo, «lo importante es la actitud y reacción del adulto. Hay que mostrarse tranquilos y transmitirles seguridad, escucharles y decirles que ya ha pasado y es un valiente. Ante la negación de dormir a oscuras es mejor hacer acercamientos graduales a la situación en los que el niño será un agente activo, por ejemplo, comprar una lámpara que se pueda graduar y poco a poco cada noche que sea él el que la cambie, siempre instándole a que es un valiente y premiando sus avances con halagos y refuerzos. Se le puede contar un cuento personalizado en el que sea el protagonista el niño y ayude a su superhéroe preferido a combatir con el miedo con los trucos que el quiera. Hay que decirle que es normal tener miedo a veces, evitar etiquetas de que es miedoso así como hablar de este miedo durante la cena u otra hora del día ya que se anticipa la situación y esta adquiere una mayor importancia».

Es necesario transmitir al niño una sensación de «normalidad» para que no se sienta mal por sentir este tipo de miedos... De cualquier forma, los padres deben implicarse en la superación de este miedo por parte de sus hijos para evitar que le pueda causar problemas de autoestima o en las relaciones interpersonales futuras. Pozo Muñoz aclara «que se convierta en una dificultad para el niño puede deberse a que ha pasado por alguna situación estresante que le haya generado malestar y haya estado a oscuras, produciéndose un condicionamiento a la oscuridad».
José Antonio Marina explica cómo conseguir que los niños superen los miedos de la siguiente manera:

1. Hablar del miedo con normalidad. Es normal tenerle miedo a algunas cosas.
Hay que hacerle saber al niño que tener miedo es normal. Todas las personas le temen a algo, y no es algo de lo que deba avergonzarse. Además existen cosas a las que es bueno tenerles miedo -los llamados miedos buenos- ya que advierten de un problema real.

2. Los miedos enemigos son unos tramposos, te engañan, se burlan de ti.
El miedo es fruto de la imaginación. Lo primero es hacer ver al niño que las cosas a las que tiene miedo a causa de la oscuridad, no existen. José Antonio Marina recomienda dibujar un monstruo muy feo (que simbolice el miedo) y un pie muy grande (que será el del niño) dándole una patada.

3. El miedo hace que estés siempre pensando en él. ¡No hay que hacerle caso!
Es probable que cada vez que el niño se meta en la cama esté pensando en «el miedo que le va a dar estar a oscuras en la habitación». Lo que hay que hacer es enseñar al pequeño a no pensar en el miedo y pensar en otras cosas que puedan distraerle. Éste es un buen momento para contar un cuento que no le excite demasiado para lograr que se duerma sin complicaciones.

4. Tu enemigo, el miedo, quiere que sientas vergüenza de sentirlo
Hay que hablar sin miedo del miedo. La sensación de miedo en los niños les hace pensar que todo el mundo está pendiente de ellos y que se ríen de él. No se debe avergonzar de lo que le da miedo, sino luchar contra ello.

5. Vamos a reírnos del monstruo del miedo
Es útil hacer ver al niño que «los monstruos son como globos, si se les pincha, desaparecen. Para enseñar a que el niño le pierda el «respeto» a la oscuridad es aconsejable que se realicen actividades divertidas en lugares oscuros, juegos que hagan que el menor se ría y se olvide que se encuentra en un ambiente poco agradable para él.


Fuente:  www.abc.es 

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