miércoles, 30 de septiembre de 2015

El Origen de La Violencia



Autor: Mariló Hidalgo

Biólogos, psiquiatras, sociólogos y antropólogos buscan el origen de los comportamientos violentos. ¿Somos más violentos ahora que en la antigüedad? ¿Nos encontramos ante un fenómeno creciente? ¿Podremos, gracias a los avances científicos, conocer la semilla de la violencia, y por lo tanto su curación?

Éstas y otras preguntas flotan en el ambiente a la luz de los brutales acontecimientos que se suceden cada día. Medir la violencia que se genera en nuestro entorno es algo casi imposible. Las cifras que encontramos se extraen sumando los asesinatos, malos tratos, violaciones, que tienen lugar cada año en un país

¿Somos más violentos ahora que antes?

En este caso dicen que cualquier tiempo pasado fue peor. Que antaño las guerras se declaraban casi sin razón, que el valor de la vida humana era insignificante y que el patriarcado dominaba la sociedad y consideraba a la mujer y a los hijos como una propiedad. En la actualidad no sabemos si existen más o menos conflictos que antes, pero lo cierto es que son más cruentos.

Desde la posguerra de 1945 -señala Manu Leguineche en su libro "Los ángeles perdidos"- al menos 20 millones de personas han muerto en más de cien conflictos y setenta millones han resultado heridas.

Antes, las mujeres, los ancianos y los niños estaban al margen de las guerras que se decidían principalmente entre soldados. Hoy, por cada militar caído en el campo de batalla, han fallecido veinte civiles. Las mujeres y los niños se han convertido en las principales víctimas. Tal es así que la violación de mujeres por parte de las Fuerzas Armadas -como ocurrió en Kosovo- es empleada como arma de guerra e instrumento de terror. En la actualidad, este tipo de violencia es considerada como "crimen contra la humanidad" por parte del Tribunal Penal Internacional que ya ha emitido sus primeras sentencias en este sentido.

Por otro lado, a pesar de la famosa liberación de la mujer, muchos hombres no pueden soportar que ella salga a trabajar fuera de casa, gane un sueldo, tenga sus compañeros o amigos y piense por su cuenta. Contra eso emplea la violencia. A veces con resultado de muerte. De acuerdo a la OMS, 35 por ciento de las mujeres de todo el mundo ha sufrido violencia física y/o sexual por parte de su pareja o violencia sexual por parte de una persona distinta a la pareja.

Dos mil millones de niños pueblan hoy nuestro planeta. Dos mil millones de niños que son víctimas también del horror y la violencia: más de un millón de menores cae cada año en las redes de la prostitución. La FAO (Organización para la Alimentación y la Cultura) confirma que más de 570.000 niños han muerto como consecuencia de las sanciones impuestas a Irak. El infanticidio de niñas continúa imparable en la India: su único delito es haber nacido mujeres. 250 millones de niños son obligados a esclavizarse en todo el mundo

¿La violencia es innata al hombre?

“El agresivo nace, el violento se hace" asesta José Sanmartín, catedrático de la Universidad de Valencia, director del Centro Reina Sofía para el estudio de la violencia y autor del libro "La violencia y sus claves". Este profesor, que ha realizado varios trabajos sobre el tema, asegura que "nuestra agresividad es un rasgo en el sentido biológico del término; es una nota evolutivamente adquirida, mientras que la violencia es una nota específicamente humana que suele traducirse en acciones intencionales que tienden a causar daño a otros seres humanos".

Agresividad y violencia, por tanto, no son la misma cosa. La primera forma parte de nuestra esencia animal. Somos agresivos por naturaleza, por instinto de supervivencia frente a un entorno hostil, de la misma forma en que son agresivos el resto de los animales. La diferencia es que mientras ellos no llegan a causarse la muerte, el ser humano llega a disfrutar con ella. Un ejemplo lo tenemos cuando pelean dos lobos. En el momento en que está definido el combate y surge el vencedor, éste orina sobre su adversario, que deja la yugular a su disposición en señal de sometimiento. Y ahí cesa todo. Nunca llega la sangre al río, como popularmente se dice.

En el caso del hombre es distinto. La agresividad se convierte en violencia y se ejerce hasta las últimas consecuencias, con resultado de muerte o con presencia de sangre para sentirse superior ante una determinada situación. La compasión por el que está al otro lado es nula.

Entonces, ¿qué es la violencia? ¿De dónde surge?  La violencia es producto de la evolución cultural, por tanto es suficiente cambiar los aspectos culturales que la motivan para que ésta no se produzca. Explican los expertos que la violencia nace a partir de la separación del hombre de su entorno natural. En los primeros tiempos, el ser humano se regía por el mismo código de conducta que los animales. Era básicamente instintivo y por lo tanto utilizaba la agresividad para poder subsistir y procrear. Su agresividad no dañaba al grupo. Hoy, por encima de la naturaleza, el hombre ha construido un entorno artificial con sus propios valores y su propia cultura que le exige determinadas respuestas que le obligan constantemente a adaptarse a lo nuevo. Esta situación creada artificialmente la controla con dificultad y en ocasiones le genera violencia.

Hoy, el mito de la herencia genética está totalmente desmontado. No existe un gen de la violencia: "Los genes pueden influir en el comportamiento violento como influyen en todo lo que hacemos y todo lo que somos, pero en ningún momento determinan que un individuo vaya a ser violento sin ninguna solución", explica Manuela Martínez Ortiz, doctora en medicina del Departamento de Psicobiología y Psicología Social de la Universidad de Valencia.

Según un estudio realizado por científicos de la Universidad de Wisconsin (EEUU) que aparece publicado en la revista Science, "el cerebro humano está conectado con revisores y equilibradores naturales que controlan las emociones negativas, pero ciertas desconexiones en estos sistemas reguladores parecen aumentar notablemente el riesgo de un comportamiento violento impulsivo". Está comprobado que este tipo de actuaciones están relacionadas con una sustancia del cerebro denominada serotonina, sustancia que en estos individuos parece estar disminuida.

Actualmente, para contrarrestar la falta de esta sustancia se administran fármacos que aumentan la serotonina en estas personas con falta de autocontrol, aunque se han detectado también efectos secundarios. Los especialistas en la materia no creen que se lleguen a realizar manipulaciones genéticas, porque de lo que se trata es de sustituir la sustancia que debe generar ese gen para que la química del cerebro sea la más adecuada, no de cambiar el gen en sí mismo.

La violencia -insisten en señalar- no es una enfermedad, así que no se la puede tratar como tal. La solución vendría de la mano de la cultura, de la educación.

¿Existe un antídoto contra la violencia?

Desgraciadamente las causas que generan esta violencia son muy variadas: familia, medios de comunicación, educación, entorno, nivel social. Nada puede eliminar de un plumazo el problema, aunque los expertos sí coinciden en señalar la importancia de una educación en la infancia.

"Tras el ejército en tiempos de guerra, la familia es la institución que incluye mayores dosis de violencia contra los niños en la sociedad contemporánea", asegura el doctor Ignacio Gómez de Terreros, jefe del Servicio de Pediatría del Hospital Virgen del Rocío de Sevilla.

Así surge la gran paradoja: la misma estructura que la sociedad ha diseñado para crear un clima cálido, protector, que estimule al individuo, se convierte en un uno de los lugares donde se producen el mayor número de actuaciones violentas que en muy pocas ocasiones son conocidas fuera de la estructura familiar.

La privacidad e intimidad. La organización patriarcal donde la mujer es propiedad del marido y donde ambos ejercen dominio sobre los hijos. El empleo del castigo como medio corrector, que en ocasiones incluye la agresión como parte lógica de la educación de los niños e incluso de la mujer, que siempre es considerada como inferior. La ignorancia de las auténticas necesidades de los componentes de esa familia... Todo ello obliga a revisar la organización de la familia y las opciones que en estos momentos brinda a un adolescente que debe de estructurarse como persona.

Eso piensan algunos educadores: "la violencia -explica el psiquiatra Rojas Marcos en "La semilla de la violencia"- se aprende en los primeros años de vida. Los comportamientos agresivos se fomentan a través de mensajes tangibles y simbólicos que sistemáticamente reciben los niños de los adultos, del medio social y de la cultura. La experiencia que más predispone al ser humano a recurrir a la fuerza bruta y despiadada para aliviar sus frustraciones o resolver situaciones conflictivas, es haber sido objeto o testigo de actos de agresión maligna repetidamente durante la niñez".

Para contrarrestar los actos de violencia hace falta una educación para la paz efectiva, que debe partir del núcleo familiar y educativo. El fomento del diálogo y la comunicación. Las muestras de cariño y comprensión por parte de los padres. El análisis de las fórmulas que se emplean para educar en la disciplina. El conseguir que el núcleo de convivencia no se convierta en el lugar donde los de siempre tienen los derechos -los padres, por lo general- y otros tienen los deberes -los hijos-. Y sobre todo, descubrir que en la palabra se encuentra la baza del entendimiento entre las distintas generaciones, distintas razas, distintos pensamientos, son cuestiones que sin duda ayudarán a esa Educación para la Paz.

Como decía Víctor Hugo, "no hay malas hierbas, ni hombres malos, sino malos cultivadores".


0 comentarios:

Publicar un comentario