Cada cuatro años el tema del
fútbol está en todos lados, ocupa casi todos los titulares, todas las plumas
escriben sobre él aunque no sea de lo que siempre escriben (política, economía,
sociedad, cultura, cine), ríos de tinta y bits (prensa impresa y digital) se
derraman sobre el deporte de las masas por excelencia, y no es para menos, cada
cuatro años se lleva a cabo la justa donde las naciones miembros de la poderosa
FIFA compiten entre sí para demostrar al mundo quien es el mejor en el juego de
las patadas (aunque a veces haya manos, codos, rodillas, hombros, cabezas y
¡hasta mordidas!) que se define en el Mundial de Fútbol.
Este año se lleva a cabo en
Brasil, dentro de cuatro años en Rusia y dentro de ocho en Qatar. El evento
futbolístico de este 2014 estuvo marcado en los días previos a su inicio por
las protestas de los ciudadanos brasileños ocasionadas primeramente por el alza
al transporte público y seguidamente por los gastos multimillonarios realizados
por el estado para la organización del evento deportivo, en una época marcada
por la crisis económica y social en dicho país. Sin embargo, las protestas
menguaron una vez que inició el mundial y el equipo local comenzó a figurar
como favorito para llevarse la preciada copa.
"El aumento del pasaje es un impuesto para financiar la Copa. Yo
trabajo como un bicho, toda la noche, para ganar un salario mínimo de 678
reales (330 dólares), mientras en el Mundial se gastan millones", dijo a
la AFP Renato Pinheiro, un manifestante de 19 años y cajero de un
estacionamiento, agachado tras un coche a 200 metros del Maracaná para
esconderse de los gases y las balas de goma de la policía. Se lee en una
nota al respecto en el diario español El País.
De acuerdo con el Portal de
Transparencia de los Recursos Federales de Brasil, el presupuesto público
estimado para el Mundial es de más de $25.6 mil millones de reales, lo que
aproximadamente equivale a $148 mil millones de pesos. Se habla entonces del
mundial más caro de la historia, en un país donde los índices de desarrollo
social no son los más alentadores.
Se comenta también que los
estadios construidos exprofeso para el evento deportivo, dejarán de tener
utilidad después del mundial, debido a que las ligas locales no convocarán la
misma cantidad de personas que ahora abarrotan dichos recintos y quedarán para
la posteridad como sendos elefantes blancos, como ocurre actualmente en
Sudáfrica por la misma situación.
Pero a pesar de las protestas y
de las críticas, el mundial de futbol se lleva a cabo en el país de la amazona
y funciona como una especie de tregua entre fanáticos y detractores, incluso se
comenta la influencia en el ámbito político de las naciones que se enfrentan en
esta especia de guerra futbolera donde finalmente solo hay un vencedor.
A veces se piensa que nuestro
país es el único que “se paraliza” durante los encuentros futbolísticos
transmitidos por televisión, solo hace falta salir a la calle a las 3 de la
tarde durante el partido para encontrarse con una ciudad desierta, como si
fuera domingo, pero no, resulta que es lunes a las 3 de la tarde, en otro
momento sería hora pico para el tráfico pero el encuentro deportivo se
convierte en una prioridad, muchas empresas otorgaron facilidades a sus
empleados para presenciar la transmisión al interior de las empresas, familias
enteras se organizaron para contemplar en la pantalla la justa futbolística,
incluso los gobiernos estatales colocaron pantallas gigantes en las plazas
públicas para invitar a los parroquianos a vivir la intensidad del fútbol, la
prensa dio cuenta del dispendio en este rubro del gobierno de Chiapas para
colocar pantallas gigantes en los principales municipios del estado,
calculándose el monto de la erogación en 11 millones de pesos, en uno de los
estados más pobres del país. Los reportes internacionales afirman que el
encuentro entre México y Holanda tuvo una audiencia de 10.4 millones de
personas en EUA en la televisión en español en ese país, junto a otros 6.6
millones de personas que vieron la transmisión en inglés sin que participara la
selección estadounidense, con lo cual se han roto todos los récords de
audiencia en la televisión del vecino país.
Otro ejemplo de lo representativo
e influyente que puede llegar a ser el Mundial de Fútbol se encuentra en el
pequeño país de Bosnia Herzegovina, azotado durante años por la guerra y la
inestabilidad social, como bien anota el periodista León Krauze en su columna
para el diario El Universal: De manera
conmovedora, Hemon (comentarista de fútbol bosnio) platicaba hace unos días
cómo Sarajevo entera se había paralizado para ver el debut contra Argentina:
incluso la Plaza de la Liberación en el centro de Sarajevo fue rebautizada como
“El nido de los dragones” (así se les conoce a la selección bosnia). “La
realidad, por dura que sea, ha sido temporalmente suspendida a lo largo y ancho
de Bosnia Herzegovina”, decía Hemon, con un dejo de nostalgia y, sí, de ilusión
ante el posible arribo de días de felicidad; esa simple, pasajera pero
indudable felicidad que provee el futbol.
En el plano personal nunca he
sido aficionado del fútbol, sin embargo, contagiado por la fiebre futbolera y
junto con mis compañeros de trabajo vimos cada partido de la selección nacional
y sentimos ese júbilo, aunque efímero, de ser representados en el campo de
batalla futbolístico por la selección nacional, conocida como el TRI (aunque a
la esposa del cantante Alex Lora no le guste) y desempeñar un digno papel ante
potencias como Brasil, Croacia (con jugadores mayor cotizados en el fútbol
europeo que los mexicanos) y la cuestionada Holanda, subcampeona de hace cuatro
años y encargada de descalificar a México hacia los cuartos de final en un
encuentro por demás cardíaco que llevó a medio México del éxtasis a la
desilusión en poco más de 90 minutos. Me quedo con el papel del arquero azteca
San Francisco Guillermo Ochoa, me quedo con los goles del Chícharo, del eterno
capitán Márquez, de Guardado, de Oribe y del Gio y me quedo con la celebración
de cada gol por parte del director técnico Miguel “El Piojo” Herrera, a quienes
los medios internacionales llegaron incluso a nombrar como el encargado de
darle sabor y color al desabrido mundial, marcado por los estrictos reglamentos
de la propia FIFA, algunos medios incluso lo catalogaron como “tu ser humano favorito”
por su excéntrica y guasona personalidad.
Para finalizar, me gustaría
agregar otro párrafo del texto de León Krauze, que sintetiza el sentimiento
generalizado alrededor de este deporte: El
futbol es, quizá, la única celebración inofensiva y limpia que nos queda de la
idea de nación. En el mejor sentido, el equipo en la cancha representa al país
y decir lo contrario es ocioso. Cuando los aficionados bosnios se reunían en la
plaza central de Sarajevo envueltos en su bandera, aclamaban a sus jugadores
pero también a su patria: su identidad, su existencia misma. Lo mismo ocurre
con los aficionados mexicanos. Y no se trata de demagogia chovinista: hablo de
vínculos reales. Pienso, como siempre, en lo que el equipo significa, por
ejemplo, para los millones de mexicanos que viven en Estados Unidos. La
selección mexicana es un lazo palpable y festivo con la patria original. Un
triunfo del equipo es la reafirmación de la fortaleza de las raíces, en palabras
de Hemon “la posibilidad de una redención”. Es una felicidad que cura y
reanima, por más insubstancial que parezca. Negar ese efecto —y, encima, desear
que ocurra lo contrario— es un acto de egoísmo y, sí, de ceguera social.
Por eso, porque el futbol es un bálsamo y un paréntesis de júbilo,
deseo que el equipo de Miguel Herrera avance a octavos de final. A los
mexicanos no nos sobran alegrías.