La imaginación de los niños se «desata» en la oscuridad. El
hecho de no tener referencias visuales hace que los niños no se encuentren
seguros y empiecen a imaginar la existencia de alguna presencia extraña e
imaginaria como los fantasmas, los monstruos, etc. El miedo a la oscuridad
suele iniciarse alrededor de los dos años - momento que coincide con el intenso
desarrollo de la imaginación del niño-, continúa siendo frecuente en edades
posteriores y empieza a disminuir hacia los nueve años. Los efectos más
frecuentes del miedo a la oscuridad se manifiestan a través de pesadillas y
terrores nocturnos que producen al niño situaciones de inseguridad.
En ocasiones, el miedo no solo no desaparece, sino que se
convierte en fobia a la oscuridad. En estos casos mucho menos frecuentes, el
miedo a la oscuridad produce respuestas fisiológicas (sudoración o
palpitaciones) y cognitivas (oír golpes inquietantes, la respiración de un
monstruo, etc).
Tener miedo a la oscuridad durante la niñez es una reacción
normal del cuerpo, asustado ante una amenaza para nuestro bienestar físico o
psicológico. Según Belén Pozo Muñoz, psicóloga del centro Vaca Orgaz, «el miedo
a la oscuridad lo sufren dos de cada tres niños, siendo finalmente el 2% de los
menores los que experimentan una fobia». Pero, ¿saben los padres actuar de la
manera correcta ante esta situación? Si se da esta circunstancia, los padres
deben ser «solidarios y pacientes» y acudir a un experto solo si ese miedo no
permite al niño llevar una vida normal. El filósofo y escritor José Antonio
Marina, explica en su libro «Los miedos y el aprendizaje de la valentía» que
«irse a dormir es una especie de castigo, porque se suspenden las actividades
que el niño prefiere; por ello, para la evolución normal del miedo, conviene
establecer rutinas para acostarse». Esto significa que los padres «no deben
terminar cediendo a las pretensiones del niño -dormir con ellos, estar mucho
tiempo antes de dormirse contando cuentos, etc.- con tal de poder descansar».
Para Belén Pozo, «lo importante es la actitud y reacción del
adulto. Hay que mostrarse tranquilos y transmitirles seguridad, escucharles y
decirles que ya ha pasado y es un valiente. Ante la negación de dormir a
oscuras es mejor hacer acercamientos graduales a la situación en los que el
niño será un agente activo, por ejemplo, comprar una lámpara que se pueda
graduar y poco a poco cada noche que sea él el que la cambie, siempre
instándole a que es un valiente y premiando sus avances con halagos y
refuerzos. Se le puede contar un cuento personalizado en el que sea el
protagonista el niño y ayude a su superhéroe preferido a combatir con el miedo
con los trucos que el quiera. Hay que decirle que es normal tener miedo a
veces, evitar etiquetas de que es miedoso así como hablar de este miedo durante
la cena u otra hora del día ya que se anticipa la situación y esta adquiere una
mayor importancia».
Es necesario transmitir al niño una sensación de
«normalidad» para que no se sienta mal por sentir este tipo de miedos... De
cualquier forma, los padres deben implicarse en la superación de este miedo por
parte de sus hijos para evitar que le pueda causar problemas de autoestima o en
las relaciones interpersonales futuras. Pozo Muñoz aclara «que se convierta en
una dificultad para el niño puede deberse a que ha pasado por alguna situación
estresante que le haya generado malestar y haya estado a oscuras, produciéndose
un condicionamiento a la oscuridad».
José Antonio Marina explica cómo conseguir que los niños
superen los miedos de la siguiente manera:
1. Hablar del miedo
con normalidad. Es normal tenerle miedo a algunas cosas.
Hay que hacerle saber al niño que tener miedo es normal.
Todas las personas le temen a algo, y no es algo de lo que deba avergonzarse.
Además existen cosas a las que es bueno tenerles miedo -los llamados miedos
buenos- ya que advierten de un problema real.
2. Los miedos
enemigos son unos tramposos, te engañan, se burlan de ti.
El miedo es fruto de la imaginación. Lo primero es hacer ver
al niño que las cosas a las que tiene miedo a causa de la oscuridad, no
existen. José Antonio Marina recomienda dibujar un monstruo muy feo (que
simbolice el miedo) y un pie muy grande (que será el del niño) dándole una
patada.
3. El miedo hace que
estés siempre pensando en él. ¡No hay que hacerle caso!
Es probable que cada vez que el niño se meta en la cama esté
pensando en «el miedo que le va a dar estar a oscuras en la habitación». Lo que
hay que hacer es enseñar al pequeño a no pensar en el miedo y pensar en otras
cosas que puedan distraerle. Éste es un buen momento para contar un cuento que
no le excite demasiado para lograr que se duerma sin complicaciones.
4. Tu enemigo, el
miedo, quiere que sientas vergüenza de sentirlo
Hay que hablar sin miedo del miedo. La sensación de miedo en
los niños les hace pensar que todo el mundo está pendiente de ellos y que se
ríen de él. No se debe avergonzar de lo que le da miedo, sino luchar contra
ello.
5. Vamos a reírnos
del monstruo del miedo
Es útil hacer ver al niño que «los monstruos son como
globos, si se les pincha, desaparecen. Para enseñar a que el niño le pierda el
«respeto» a la oscuridad es aconsejable que se realicen actividades divertidas
en lugares oscuros, juegos que hagan que el menor se ría y se olvide que se
encuentra en un ambiente poco agradable para él.
Fuente: www.abc.es