Autor: Claudia Paola Debler Berentsen
En México hablamos poco del
suicidio. No porque sea irrelevante, sino porque incomoda. Paradójicamente,
este fenómeno reservado, que comúnmente se maneja con tanto disimulo es
considerado una de las principales causas de muerte en México, particularmente
entre nuestros adolescentes (tercera causa de muerte).
Según estadísticas del INEGI, en
2011 se registraron 5,718 suicidios, de los cuales 80.8% fueron consumados por
hombres y 19.2% por mujeres; cifras que se duplicaron en las últimas dos
décadas y con mayor impacto en las cifras de
mujeres, como resultado de la violencia.
No hay duda: el suicidio en
México es un problema de salud pública.
Personas de todos los niveles
socio-económicos se suicidan todos los días, pero existen factores de riesgo
importantes, principalmente para quienes no cuentan con un sistema de salud
accesible y de calidad.
La Organización Mundial de la
Salud (OMS) señala que para atender el fenómeno es necesario atacarlo desde
tres frentes. Para empezar, es indispensable privilegiar la prevención
"universal". Con ello se podrá aumentar el acceso a la atención de
salud, promover la salud mental, reducir el consumo nocivo de alcohol, limitar
el acceso a los medios utilizables para suicidarse y promover una información
responsable por parte de los medios de difusión.
En segundo lugar, se requiere de
una prevención "selectiva" que se dirija a grupos vulnerables
identificados –de ahí la importancia de contar con información confiable- y
estableciendo servicios de ayuda inmediata, como las líneas telefónicas. Por
último, dirigir estrategias
"indicadas" a personas vulnerables específicas, mediante el apoyo de
la comunidad, el seguimiento a quienes salieron de los establecimientos de
salud, la capacitación del personal de salud y una mejor identificación y
manejo de los trastornos mentales y por uso de sustancias.
No es una tarea sencilla para un
sistema de salud como el mexicano. Recordemos que la Encuesta Nacional de Salud
y Nutrición (ENSANUT-2013) señala que hoy alrededor del 20% de la población en
México no cuenta con un esquema de aseguramiento público. A su vez, hay
estudios reconocidos que dan cuenta de la inexistencia de un sistema que armonice
las acciones emprendidas por todos los sectores involucrados a favor de la
salud, tanto a nivel federal, como estatal, así comocon viabilidad financiera.
Bien lo dice el texto El México
del 2013. Propuesta para transformar el Sistema Nacional de Salud del Centro de
Estudios Espinosa Yglesias (CEEY) “Un país que no cuida su salud no puede ser
un país de ciudadanos sanos”.
Es urgente que México construya
su sistema de salud bajo la premisa de ciudadanía e inclusión, en donde sus
ciudadanos – sin importar su grupo o condición social- reciban atención puntual
y de calidad, supervisada y monitoreada para garantizar su cumplimiento.
Recordemos que el suicidio es una
muerte prevenible y los individuos no acaban sólo con su vida, sino atentan
contra la salud mental y emocional de todo su entorno.
El 10 de septiembre se conmemora
el Día Mundial para la Prevención del Suicidio y espero que (con eso) se motive
la reflexión en torno al fenómeno. La prevención del suicidio debe ser un
esfuerzo sistemático no sólo para el sector salud, sino también para los
centros laborales, las escuelas, los centros comunitarios y en especial, para
las familias.
Para el 2020 la OMS estima que la
primera enfermedad en México será la depresión –una de causas más relevantes
para cometer suicidio-, así que es urgente tener una respuesta integral al
fenómeno para evitar preguntarnos:
¿y si hubiera?
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